Tema N° 2: Paso del mito al logos
- Daniel Vélez Pérez - Sebastián Muñoz Chavarría
- 12 dic 2012
- 5 Min. de lectura
EL MITO COMO EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA.
A partir de los restos de cultura que han llegado hasta nuestros días (utensilios, cerámica, sepulturas, pinturas rupestres, etc.), podemos ver que, desde los tiempos más remotos, los grupos humanos ya intentaban dar explicaciones a los interrogantes que les planteaban la naturaleza y la sociedad: ¿por qué, de pronto, el cielo se nubla, se producen rayos y truenos y se pone a llover? ¿Por qué se pasa del calor al frío? ¿Por qué vuelven las estaciones? ¿Cuál es la causa de las plagas, las epidemias, etc.? ¿Por qué unos dominan sobre otros?... Aunque muy diversas, las primeras respuestas a estas preguntas tienen algunas características comunes: todas son de carácter religioso; es decir, todas entienden los fenómenos naturales como resultado de la acción de seres sobrenaturales, de divinidades. Esta forma de interpretar o de explicar la realidad se ha denominado pensamiento mítico. El mito es una narración que explica el origen o la naturaleza y funcionamiento de una realidad, natural o social, en la que intervienen personajes sobrenaturales que encarnan las fuerzas de la naturaleza o las estructuras de poder de la sociedad. Sin duda, estas narraciones nos parecerán fantásticas; pero si las examinamos a fondo, observaremos que poseen una lógica (del griego “logos”, “razón”).
En primer lugar, sólo por el hecho de tratarse de una explicación, debe considerarse un producto de la capacidad humana de ir más allá de los datos de los sentidos y de buscar las causas de los fenómenos. En este sentido, el pensamiento mítico representa un gran progreso del instrumento adaptador que hemos llamado conocimiento. Ahora bien, como los protagonistas de este tipo de narraciones son personajes sobrenaturales, los mitos adquieren a menudo un carácter dogmático, porque se convierten en sagrados: así, serán objeto de veneración y, por tanto, indiscutibles. Ésta es la cara negativa del mito: en este aspecto se convierte en un lastre para el progreso del conocimiento. Por eso, el paso siguiente en el progreso cognoscitivo humano será la aparición del llamado pensamiento racional, un paso adelante en relación con el mítico, no tanto por sus productos, las teorías científicas y filosóficas, como porque se trata de una nueva forma de explicar la realidad. Lo cierto es que las explicaciones que ofrece el pensamiento racional, sobre todo al principio, no difieren demasiado de las míticas, pero se presentan de una forma radicalmente diferente: como hipótesis que pueden ser sometidas a la crítica, ya que se trata de un producto humano donde no intervienen seres sobrenaturales.
En muchas historias de la filosofía, se fija el inicio del pensamiento racional en un momento determinado (siglo VI a. de C.), en un lugar determinado (Mileto) y por obra de un personaje determinado (Tales de Mileto). Pero esto sólo es verdad en parte. Es cierto que con Tales de Mileto se inicia en Occidente un tipo de pensamiento que contrasta con el mítico. Sin embargo, si al llamarlo “racional” se quiere indicar que el otro era irracional, ya hemos visto que esta calificación no resulta del todo adecuada. Cabe decir que este tipo de pensamiento no surge de golpe, como resultado de una ruptura total con el anterior –aunque ciertos estudiosos lo hayan creído así y algunos, incluso, hayan calificado su aparición de «milagrosa»-, y derivado de un supuesto «genio griego». El que esta forma de pensamiento se iniciara en aquella ciudad y en aquel momento se debió a que existían unas condiciones determinadas que lo hicieron posible. Tampoco es cierto que la aparición del pensamiento racional sea un fenómeno exclusivamente occidental; en la India y en China también surgen, más o menos en la misma época, formas de pensamiento que se pueden calificar igualmente de racionales, aunque sean muy diferentes. Las circunstancias que prepararon e hicieron posible que, dentro del mundo griego y en una época determinada, se diera el paso del mito a una nueva forma de pensar son, pues, muy diversas.
DEL MITO AL LOGOS.
Condiciones sociopolíticas: Desde el punto de vista sociohistórico, la fragmentación de la sociedad griega en póleis favoreció muchísimo el debilitamiento del dogmatismo del mito y un refuerzo de la discusión y la crítica, es decir, del razonamiento. En contraste con las civilizaciones vecinas -la persa, la egipcia, etc.-, que tenían una organización política fuertemente centralizada en forma de grandes imperios, el mundo griego estaba formado por un conjunto de pequeñas comarcas autónomas, llamadas “póleis”, que tenían diferentes organizaciones políticas y sociales, diferentes leyes y diferentes sistemas económicos. Podríamos decir que sólo tenían en común el hecho de que hablaban una misma lengua y la conciencia de pertenecer a una misma cultura (creencias, religión, expresiones artísticas, etc.). Los juegos olímpicos, que cada cuatro años reunían durante unos cuantos días a representantes de todas las póleis, son una buena muestra de esta conciencia.
6 Siglos antes de la aparición de estas póleis eran las ciudades micénicas las que ocupaban esos espacios, aunque organizadas según una estructura radicalmente diferente, muy similar a las estructuras políticas de los grandes imperios como Babilonia y Egipto: en medio se encontraba el palacio central, grande y sólido, donde vivían el soberano y los otros gobernantes; y en torno a él se extendía toda la red de viviendas de los agricultores y de los artesanos (el demos, “pueblo”). Las invasiones de los dorios, unos pueblos pastores del norte no tan cultos, desencadenaron una crisis de soberanía de la civilización micénica que, a la larga, daría origen a la polis. El cambio social se aprecia incluso en la configuración física de las ciudades: justo en el centro, en lugar del palacio, dejaron un gran espacio vacío -el ágora- donde confluían las calles del conjunto de viviendas construidas en torno a él. Los ciudadanos se dirigían al ágora para discutir de «política», es decir, de cómo debían organizarse los asuntos relacionados con la polis. Justamente en las discusiones que allí se suscitaban, encontramos el inicio del discurso racional, el que fundamenta las afirmaciones en razones y no en la autoridad divina. Hay que tener presente también que, a causa de las invasiones dorias, muchos de los habitantes de las ciudades micénicas tuvieron que emigrar; navegando, llegaron a las islas del mar Egeo y, sobre todo, a las costas de Asia Menor, a Jonia, donde fundaron ciudades que, al cabo de un tiempo, se convirtieron en centros comerciales. Para potenciar el comercio, muchos de estos ciudadanos fueron estableciendo colonias a lo largo de las costas del Mediterráneo y del mar Negro. Así conocieron nuevas culturas y pudieron contrastar costumbres y formas de pensar. Además, antes de poder instalarse definitivamente en un punto determinado, se habían visto obligados a vagar por el mar, a sobrevivir con grandes dificultades e, incluso, a recurrir a la piratería. Esta vida errante había favorecido una visión libre e irreverente del mundo, que debilitó sus lazos con la tradición (IES. Séneca, Paso del mito al logos, Departamento de Filosofía. Extraido de: http://www.iesseneca.net/iesseneca/IMG/pdf/Tema_1.pdf)

Extraida de:http://www.docuciencia.es/images/del-mito-a-la-razon.jpg
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